Cuando estudié periodismo tuve la suerte de tener como profesor al Catedrático de Derecho Civil de la Universidad de Salamanca, Eugenio Llamas Pombo, el cual me enseñó que el derecho a la libertad de expresión es un derecho fundamental, pero éste no es un derecho absoluto ya que tiene sus límites.
Traigo esto a colación por la condena a dos años de cárcel que se le impuso en enero de este año a una joven valenciana de 25 años, María Lluch Sancho, por los tuits que escribió sobre Irene Villa y Miguel Ángel Blanco en su cuenta de Twitter entre los años 2012 y 2014.
La Audiencia Nacional condenó a Madame Guillotine (según aparece en su perfil de Twitter) por los delitos de enaltecimiento del terrorismo y humillación a las víctimas de ETA, y señalaba que sus tuits «rezuman pura maldad sin paliativos» al referirse a las víctimas del terrorismo con unos «niveles de crueldad, vejación, humillación y falta de piedad de proporciones superlativas».
No es la primera vez que una sentencia de este tipo se produce en España como consecuencia de las manifestaciones expresadas a través de redes sociales. El año pasado fue condenado por el Tribunal Supremo otro joven valenciano de 21 años, Vicente Marco, por los comentarios que escribió en su muro de Facebook insultando a Miguel Ángel Blanco y ensalzando a miembros de ETA.
Estos casos son muy similares a los del concejal de Ahora Madrid, Guillermo Zapata, quién después de que el juez Santiago Pedraz archivara su caso, volverá a ser juzgado por la Audiencia Nacional por publicar varios tuis en 2011 sobre Irene Villa en lo que el consideraba simples chistes de «humor negro».
He escuchado una entrevista que le hicieron a María Lluch en una emisora de radio, y me ha llamado la atención que ella afirmara que todo esto es «un ataque contra la libertad de expresión». Resulta curioso como muchas personas son conscientes de sus derechos, pero no de las consecuencias que el uso (o mal uso) de los mismos conlleva. Recurrir a la libertad de expresión para poder decir todo lo que nos venga en gana, o considerar que este tipo de comentarios son simple «humor negro», no hacen si no mostrar que por un lado se desconoce donde comienza el respeto hacía los demás, y por otro, creer que hacer este tipo de actos en redes sociales no tendrá consecuencias.
Creo que es precisamente este último el elemento común en los tres casos anteriores. Estoy segura que ninguno de ellos hubiera hecho este tipo de comentarios, es decir, no hubieran ejercido ese derecho a la libertad de expresión si les hubieran dejado por ejemplo, un espacio en un periódico. ¿Por qué cambia todo si es en redes sociales? Quizá muchos tienen la falsa creencia de que en las redes sociales somos menos impunes, que podemos decir lo que queramos porque no nos pasará nada. Y eso no es así. Una injuria, una calumnia o un insulto son iguales ya sean en el mundo real o en el virtual, el delito no cambia porque cambie el medio en el que se realice.
Muchos creen que las leyes no regulan lo que pasa en redes sociales, pero no necesitamos leyes online, los jueces pueden aplicar las leyes que ya tenemos y en donde se recogen y tipifican este tipo de delitos y faltas pero adaptándolas a esta nueva realidad. Ya tenemos algunos ejemplos como cuando en noviembre de 2014 un juez condenó por 1ª vez en España a tuitear una sentencia durante un mes.
En junio de este mismo María Lluch recurrió la sentencia ante el Tribunal Supremo. La fiscal pidió al tribunal que confirme la pena de 2 años de cárcel por enaltecimiento del terrorismo y humillación a las víctimas de ETA mientras que la defensa pidió la absolución argumentando que en el momento en que se publicaron los tuits, ETA había cesado «su actividad».
Para terminar recojo un fragmento de la sentencia que le impuso la Audiencia Nacional el que se dice que la acusada asegura que ignoraba que estos chistes de humor negro pudieran causar dolor, porque si hubiera sido consciente de ello, se habría apresurado a contactar con dichas personas para pedirles disculpas, lo que la Sala califica de «paradigma de hipocresía, propia, ésta si, de un auténtico chiste de humor negro».
Ahí queda eso.
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